Solamente el descomunal lobero irlandés puede competir con este lebrel gigante con una altura a la cruz deseable para los machos de 85 cm. Pero este lebrel, a diferencia del Wolfhound, no es muy corpulento, sino más bien delgado aunque robusto, destacando por la longitud de sus miembros, la largura y potencia del pecho y la finura impresionante de la cabeza.
Dos teorías se disputan su origen. Tradicionalmente se ha pensado que desciende de los lebreles persas cruzados con alguna variedad de perro de pastoreo ruso, que le proporcionó el tupido manto para las inclemencias del invierno ruso. Esta teoría está en consonancia con la evolución de las razas caninas a partir de troncos asiáticos que fueron dej ando descendientes en el viaje de los pueblos nómadas hacia occidente.
La segunda teoría sostiene que el Borzoi es un perro autóctono del norte de Rusia, que existía desde tiempo inmemorial y que fue seleccionado por los príncipes de Rusia para la caza del lobo, deporte revestido de grandiosa ceremonia.
En la época de los zares existían numerosas jaurías dedicadas a la caza. El gran duque Nicolás Nikolayev construyó en 1887 unas perreras reales para obtener ejemplares aptos para satisfacer su afición a la caza En las mismas mantenían una jauría de cien Foxhound, otra de ciento treinta Borzois y unos quince Greyhound. Tras la revolución bolchevique de 1914 los ejemplares casi desaparecieron, aunque en 1967 la URSS trató de recuperarlo redactando un estándar, distinto del de la F.C.I.
En Gran Bretaña se le cría desde el siglo XIX cuando el Zar regaló a la reina Victoria una pareja que despertó entusiasmo entre los aficionados ingleses. También en Estados Unidos la raza entró pronto, como consecuencia de la emigración rusa hacia el nuevo mundo y el American Kennelo Club registró en 1891 a Pricess Irma como «Russian Wolfhound».