El método más racional para el aprendizaje se basa en la aplícación de los condicionamientos positivos y negativos. A través del condicionamiento positivo intentamos lograr que mediante premios el animal relacione determinados comportamientos con sensaciones que son placenteras para él. A la inversa, mediante el condicionamiento negativo conseguiremos que ciertas acciones «incorrectas» sean asociadas a una sensación desagradable. De esta manera y repitiendo estas pautas las veces necesarias, el gato memorizará que hacer las cosas bien le reportará un beneficio (caricias, comida especial, etc), y que la zona donde tenemos la cristalería de nuestra madre es sinónimo de zona peligrosa (ruidos extraños, rociada de agua, etc), y que no es conveniente acercarse.
El gato aprende porque le interesa. Los castigos no serán pues tan efectivos como los premios, ya que si el animal asocia algo con el castigo, sencillamente esperará a hacerlo a que no estemos con él, ya que el castigo se lo infligimos nosotros, luego él entiende que si no estas, puede hacerlo, pues así no recibe la reprimenda. Por ello, siempre evitaremos el que se de cuenta que somos nosotros los que le reñimos. Por otra parte, los gritos, aspavientos y castigos físicos -nunca los aplicaremos- sólo contribuirán a hacer del minino un ser huraño y agresivo.
El gato tiene además una particularidad, que es capaz de «educar» a su dueño para que realice las actividades que él desea, tales como abrirle alguna puerta o ventana, darle algo de la nevera, abrirle un grifo para tomar agua fresca, salir al jardín, cambiar la arena de su arenero, y otras muchas enseñanzas que recibimos los dueños de gatos, esto no es malo, es simplemente compartir nuestra vida, conseguir que sea más feliz y que nuestra relación con él sea la más adecuada.